Ahí están, charlando en el patio o desfilando en el comedor a la espera de que una compañera les llene un plato de sopa triste. Parecen iguales, presas sin más, pero basta con mirar despacio y afinar el oído para descubrir mundos distintos: Margot, cansada de vender su cuerpo por las calles de la ci...