Sus personajes transitan por esos lugares comunes que no es posible esquivar. La calle, la oficina o el dormitorio les sirven de improvisado escenario para mostrar al lector aquello que desean, aquello que aguardan o lo que temen.
Dos primos practicando un inquietante juego a la hora de la siesta, una escritora francesa padeciendo los rigores del exilio en Norteamérica, un conductor del metro violentamente prendado de una de sus pasajeras diarias…