Estaba hecho, se había convertido en su esposa. La esposa de un caballero silencioso y reservado al que todos apodaban “Niebla”. Todo lo que lady Cathryn de Greneford había poseído alguna vez —castillo, tierras y súbditos— era ahora propiedad de él. Pero aún le quedaba algo por poseer… Existía un s...