Nada tan conmovedor como un cuerpo adolescente desnudo, nada tan aciago como un cuerpo adolescente muerto, nada tan cruel como un cuerpo adolescente enterrado. «Comencé la secundaria el año en que la mataron; ingresé al bachillerato en el tercer aniversario de su muerte, que coincidió con la ruptura de mis padres; al siguiente fracasé en la escuela, en el quinto la dejé definitivamente y a mi padre lo internaron cuando celebrábamos su aniversario número siete». El combate de un hombre contra el recuerdo de la muerte que sepultó su infancia. El retrato de una sociedad que encubre con silencio cuanto amenaza su estabilidad.