A finales de 2008, Miquel Barceló invitó a Michael Damiano, un estudiante norteamericano de veintidós años, a vivir en su taller de París. Desde hacía meses, Damiano estudiaba a Barceló, su artista favorito, con una beca de su universidad, pero esa invitación lo cambiaría todo.
Durante el siguiente año, Michael llegaría a conocer profundamente al sujeto de su estudio, pasando tardes con él en París y acompañándole en viajes a Barcelona, Ginebra o el País Dogón de Mali. También estudiaría la personalidad del artista a través de conversaciones con los miembros de su círculo más íntimo: su familia, sus amigos de toda la vida y sus colaboradores más cercanos.
Porque la vida no basta, el resultado de este proceso de investigación personal, relata, por una parte, la historia del encuentro entre el autor y el artista y, por otra, la de la vida singular de Barceló, desde sus años radicales de pobreza en la Mallorca postfranquista hasta las vicisitudes de sus grandes proyectos públicos y sus triunfos y frustraciones en el mundo del arte internacional.
De estas dos historias paralelas surge el retrato humano de un hombre brillante, complejo y contradictorio, un hombre, en palabras del autor, «de enorme generosidad y a la vez de gran egoísmo, con un lado cariñoso y otro peligroso».