Decía Borges sobre Quevedo que era una cosa admirable pero que, a diferencia de lo que ocurre con Cervantes y su Quijote, no puedes llegar a quererle, a ser su amigo. Vale. En este "Sueños y Discursos" ni él queda a salvo. Todo el mundo pasa por su filtro afilado con hondura y con crudeza pero dibujando en sus sueños a la muerte, al infierno, como una plaza bullente, como un mentidero más de los que en su época abundaban en la Villa y Corte. Con una prosa sublime y descarnada relata a través de una suerte de sueños vividos los retratos de la sociedad de su tiempo, pero con una actualidad conmovedora. No esperen corrección política, le cabe la misoginia, el antisemitismo, la acidez de grado máximo, pero a cambio en cada renglón desborda la brillantez, la ocurrencia, el guiño, la sátira desternillante, y una visión de lo humano profunda y sabia. De esos libros que rellenan el seso.
hace 1 año