Se trata de una novela epistolar que me ha sorprendido y fascinado por igual. Emma Reyes, a la que no conocía, fue una artista colombiana que vivió buena parte de su vida en Francia, aunque pasó su infancia y juventud en Colombia. En el libro se recopilan las veintitrés cartas que escribió a su amigo Germán Arciniegas a lo largo de varios años, en las que describe un tema del que le costaba hablar, su infancia.
La historia que se narra es impactante, dura y terrible como pocas. Los hechos se describen de manera objetiva, sin juicios ni sentimentalismos, aunque la lectura de las cartas absorbe y emociona, y uno se encariña con esa niña y su visión del mundo tan inocente e ingenua a pesar del trato que recibió. Me ha sorprendido la calidad de la escritura, sobre todo al saber que su autora no aprendió a escribir hasta muy tarde y ni siquiera fue a la escuela. También es de admirar la fuerza vital que sin duda tuvo que tener para llegar donde lo hizo con ese pasado a la espalda.
Absolutamente recomendable.