Este libro es la historia de una amistad, la de Jacqueline van Maarsen y Ana Frank. Ambas se conocieron cuando estudiaban en el Liceo Judío de Ámsterdam en plena Segunda Guerra Mundial. Y sólo se separaron cuando Ana desapareció. Me llamo Ana, dijo Ana Frank relata el persistente ascenso del antisemitismo bajo la ocupación nazi. Jacqueline sufrió y fue testigo de la cruel persecución contra los judíos que la arrebató de su mejor amiga, mientras que ella pudo salvarse. Esta obra arroja una nueva, esclarecedora y definitiva mirada sobre la historia de Ana Frank, víctima notoria y simbólica de los crímenes nazis. El relato nos ofrece, a la vez, el retrato apasionante de una familia entre dos mundos, el judío y el católico, y entre dos ciudades, Paris y Ámsterdam, a lo largo de varias décadas del siglo XX. Nacida en 1929, Jacqueline van Maarsen vivió su infancia en los agitados años treinta del siglo pasado. Su padre era un judío holandés y su madre una francesa católica. Su padre, tras apasionados intentos consiguió inscribir a su esposa en la comunidad judía en 1938. Desde ese momento sus hijos fueron considerados judíos por lo que, cuando sobrevino la Segunda Guerra Mundial sufrieron la persecución nazi. Estudió en el Liceo Judío de Ámsterdam, donde conoció a Ana Frank en 1941. Ambas tenían 12 años. Aunque su amistad sólo duró un año, ya que Ana tuvo que ocultarse con su familia para evitar la persecución, entre ellas surgió una profunda amistad. Jacqueline es la destinataria de algunas de las cartas de El diario de Ana Frank, en el que aparece con el nombre de Jopie. Mientras que Ana no pudo escapar de la deportación y la muerte, Jacqueline pudo sobrevivir gracias a la antigua pertenencia de su madre a la comunidad católica y a los excelentes consejos de Otto Frank, padre de Ana, quien al término de la guerra le informó de la muerte de su hija.