Ha llegado el turno de que Vivienne contraiga matrimonio y sea así una carga menos para los Kinfairlie, de modo que Alexander, su hermano, aprovecha la afición de la joven a los cuentos de hadas para obligarla a casarse con Erik de Blackleith, al que pinta como un romántico y misterioso caballero. Sin embargo, Erik revela pronto sus verdaderas intenciones: sólo necesita una esposa noble que le dé un heredero con el que recobrar la herencia familiar. Vivienne, condenada a su papel de madre, y a pesar de todo movida por la pasión que su marido empieza a despertar en ella poco a poco, decide luchar para ayudarle a recuperar su honor y sus derechos de nacimiento, y en especial para abrir el gélido corazón de Erik y hacer realidad sus sueños de amor.