Cuando caía la noche del 14 de abril de 1912, Edwina Winfield no podía dejar de pensar que la vida le sonreía: viajaba a bordo del mejor transatlántico de la historia en compañía de sus padres, que la adoraban, y de su prometido, el mejor y más ardiente enamorado que podía soñar. De repente, su univ...