Es poco más que una baratija literaria, exaltada por el tema central que trata. Aramburu posee oficio narrativo: sintaxis sencilla, proposiciones simples, claras y directas, ritmo e interesante recurso al idiolecto. No es poco, pero no es necesariamente positivo, ni suficiente. “A fortiori”, cuando todo ello se ensambla en una utilización cargante y pueril del estilo libre indirecto. Añádanse errores gramaticales incomprensibles en un filólogo hispánico y un tiempo narrativo fragmentado en más de ciento veinte pedazos desperdigados a la buena de Dios, sin valor añadido para la historia, sino todo lo contrario. Estas cosas pueden ocurrir; no todos los días aparece un Stendhal. Pero los aspectos más negativos, según mi punto de vista, son: por un lado, el tedioso interés que el autor parece poseer por incluir excesivos detalles de la vida cotidiana de los personajes –un escritor debería perfilar sus caracteres empleando menos recursos-, en perjuicio de lo que debería ser el meollo de una novela sobre el hecho terrorista en España, que es un hondo análisis ético y político. Y, por otro lado, la atmósfera cándida, concordada, impostada y sermoneante que flota a media que va acercándose el final. La historia de ETA no es la historia de una homilía.
hace 6 años