Desde la portada, pasando por cada una de las páginas interiores, Mil Tormentas destaca por el espectacular grafismo de la historia, combinando varias técnicas que van de los lápices con acuarelas a la tinta finas, además de un uso del color que dentro de una gama pastel de colores envuelve la historia en una pátina muy personal. Esto bastaría para darle ya suficiente entidad a Mil Tormentas, pero es que además el guión y la historia desplegada se encuentran rayando a un nivel muy alto. Es la historia de Lisa, una adolescente camino de la madurez, que encuentra un portal que une el submundo demoníaco y la realidad. La restitución del orden es el hilo que conforma una trepidante y bien urdida historia de aventuras, a la que se le suman subtramas de amores primerizos y amistad. Pero es la relación entre el salto al mundo adulto de Lisa y los demonios y criaturas fantásticas lo que da una gran carga simbólica y metafórica al relato. Inocencia, crueldad, miedo, despertar sexual, incomprensión... todos los grandes temas asociados a la infancia y la adolescencia tienen aquí cabida, amplificados como en una caja de resonancia gracias a un trabajo impecable. (Carlos Cruz, 22 de julio de 2015)
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