Admitiendo lo que El Diablo Cojuelo tiene de obra personal, hay que subrayar que su contenido es el común a la sátira del siglo XVII, que la parcial originalidad descansa más en los matices de la fantasía y en la brillantez del estilo y del ingenio, que en la disposición y naturaleza de la materia tratada. Los aspectos formales y de lengua son importantes, porque ellos modifican lo enunciado, añadiendo su propia experiencia vertida en esquemas heredados, sumada y sumida en los rasgos de época, sobre todo en el desengaño, el más profundo y general. No es menor mérito el haber elaborado todo no desde la queja estrictamente personal, más o menos agónica, sino desde el distanciamiento que eleva la cosmovisión, a través de variadas perspectivas, a meditación y contemplación valedera para todos.