Esos ojos que son de todos los colores y de ninguno pueden ser capaces de crear la más perfecta e inusual obra de arte. No hay matices suficientes para definirlos ni tampoco es suficiente una vida entera para descifrar a su dueña. Martín Pendragón nunca fue un muchacho como los demás. Mientras los demás niños se dedicaban a jugar, él imaginaba creaciones de luces y sombras que cobraban vida con solo dibujarlos en la arena. Obligado por instigación paterna a permanecer en un trabajo de albañil que no le satisface, en el camino de Martín se cruzará el que será su maestro y protector, Francisco Miranda, así como su rebelde hija Blanca Luz. Este encuentro marcará un antes y un después en la vida de Martín y le encumbrará a lo más alto, pasando por los sinsabores del amor y desamor, así como por las lecciones de vida que le harán crecer y madurar como artista. Con el amor imposible como tema central de la novela, Marta Quitín se estrena como una prometedora autora que estudia la naturaleza humana desde la perspectiva de la imperfección y la rudeza. Ni el amor es tan perfecto como lo muestra el cine, ni el sentimiento dura eternamente. A través de los subyugantes ojos de Blanca Luz, comprobamos que el ser humano es indeciso, egoísta y caprichoso, pero si encuentra a su otra mitad, como expuso Platón, encontrará todo aquello que le faltaba y, si lo desea, podrá convertirse en un uno perfecto. Crudamente realista en cuanto a la perspectiva de lo efímero y cambiante de la vida, El color de la luz se presenta como un colorido abanico de personajes y emociones que toda persona real experimenta alguna vez en su vida. Los errores cometidos de un pasado abrumador harán reflexionar al lector sobre el sentido real de la vida y cómo una pequeña decisión puede provocar un cambio sin precedentes. (Diana Arrufat, 24 de julio de 2018)
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