Llegó al Castillo de Chirk sobre su majestuoso caballo negro. Su cuerpo, endurecido por las batallas y cubierto completamente por una negra armadura, emanaba un aura mortal y siniestra, tan peligrosa como su propio nombre indicaba. Era temido por su coraje y fuerza, su éxito con las mujeres, y sus despiadadas habilidades en combate. Pero cuando vio a Raven de Chirk, con su larga melena castaña y femeninas curvas, apenas pudo contener las apasionadas emociones que atenazaron su cuerpo. La traición de la joven, doce años antes, le había transformado en un hombre despiadado y curtido en la guerra, para el que el amor no significaba nada. Por ella, había jurado no volver a confiar en una mujer y tomarlas para su propio placer, pero sólo Raven podía desatar la pasión de su cuerpo, la compasión de su alma, y el amor de su corazón.