«Decido yo misma engendrar leyendas y episodios que me son atribuidos, siempre teniendo como disculpa la condición de escritora, a quien es dado el privilegio de inventar sin sufrir sanciones morales. Así, enlazo los temas posibles para entenderme mejor, para subsidiar los recursos de la memoria, que me abastece con la habilidad de recordar los hechos ocurridos hoy, ayer, milenios atrás, que juzgo míos, pertenecientes a mi esfera tribal. Una memoria que, al servicio de la codicia, nos permite observar las líneas de un mapa y manifestarnos sobre la geografía de las cosas, de los sentimientos, de las islas pulverizadas del Índico. Y que nos impulsa a narrar la odisea personal, la saga de lo cotidiano, de la cocina, de la cama, del amor. Y que, por su eminente carácter narrativo, ocupa mi pensamiento, conjura mi silencio, ahuyenta la monotonía narrativa. Pero que pronto se organiza y resiste a desintegrarse mediante una simple línea, épica y avasalladora, como aquella que heredamos de Homero. Es lo que intento hacer.»