Novela claramente malograda con un comienzo muy prometedor y atractivo, lectura muy amena y tema muy interesante. Pero la obsesiva manía de casi todos los escritores de enganchar aunque sea a costa de la calidad de la narrativa hunden esta obra en un absurdo culebrón que llega a hacerse pesado por la cantidad de vueltas y revueltas de la protagonista de aquí para allá, con situaciones disparatadas nada creíbles, como los 10 años que pasa en un monasterio disfrazada de fraile y nadie, ni Dios que está allí mismo, se entera; la condesa que viaja sola y se la encuentra 2 veces en Castilla como si España fuera el pasillo de su casa; el conde, su tío, que no tiene nada que hacer más que buscarla por media Europa durante 10 años, ridículo, y más ridícula la escena final en la tumba de marras con todos los protagonistas que coinciden en ella como si de una película policíaca se tratara, pero ¡¡en el siglo XII!! Agotador también el maniqueísmo omnipresente en todas estas novelas históricas, y decepcionante el final feliz tras pasar años de penurias y aberraciones varias. Lástima este sensacionalismo de intriga barata en una novela que prometía mucho. Esta costumbre de ahora de introducir personajes ficticios en una trama histórica perjudica notablemente el resultado porque acaba destruyendo su interés histórico y literario y se convierte en una narración de aventuras para adolescentes o adultos poco exigentes. Hay que explicarle también a esta escritora que en español las partes del cuerpo no se acompañan de los adjetivos posesivos, error derivado de la penosa influencia del idioma inglés, por ej: "...sus manos y sus pies estaban cada vez más negros", se dice: "tenía las manos y los pies cada vez más negros..." Y otro error histórico por anacrónico es el comentario de un personaje del siglo IX, el cantero Galindo, cuando menciona "...la Costa de la Muerte"...esa denominación no existe antes del siglo XVI.
hace 4 horas
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