“El guardián entre el centeno” es la novela de J.D. Salinger, por excelencia. Publicada en 1951 convirtió la adolescencia en pura controversia. En Estados Unidos marcó un antes y un después por su lenguaje sin tapujos y por atreverse a decir todo aquello que la sociedad pensaba pero era incapaz de aceptar. Su retrato de la sexualidad sigue resultando controvertido, exultante y casi insultante. Sin duda Salinger fue un adelantado a su tiempo. La novela había sido publicada como serie entre los años 1945 y 1946.
Utiliza un narrador intradiegético y en primera persona. No es otro que Holden Coulfield, icono de la rebeldía adolescente. Es en este narrador y en la explosiva forma de escribir de Salinger, donde reside su magia y su locura. Su pluma salvaje y exquisita es de las pocas que me han recordado últimamente a la refulgente y genial narrativa de Shakespeare.
Podemos entenderla perfectamente como una fábula para adultos. En realidad no trata la adolescencia como tal, sino las cloacas de nuestra sociedad y sobre todo en cómo hemos convertido nuestra alma en un corrupto y hediondo sumidero.
La obra ofrece mil lecturas, pero la más compleja y alucinante es que la infancia y sobre todo la inocencia, es la única herramienta que puede salvar al ser humano de la autodestrucción. Si toda la obra es una apología de la rebelión, bien conjeturada y expresada con la magia del genio, la clave nos la ofrece el final, en manos de otro personaje. Phoebe, su hermana pequeña, que es al fin y al cabo, la clave de la obra. Si el principito creciera alguna vez, debería jurarse amor eterno con esta Phoebe, que es ni más ni menos, el colmo de la inteligencia, la bondad, la templanza y el amor verdadero.
Es una historia con moraleja. Ofrece uno de esos finales, que esperamos ansiosos desde la primera página. ¿Quién no se preguntaría cómo puede acabar un personaje como este Holden? La trama es exquisita y sus páginas te obligan continuamente a no parar de leer.
El personaje de Coulfield me hace pensar inevitablemente en Alexander Supertramp y en la novela basada en hechos reales “Hacia rutas salvajes” (1996), de Jon Krakauer. Aunque en este caso hablamos de una historia real y no una ficción. Holden Coulfield es sin duda el Chistopher McCandless de la literatura, con sus diferencias palpables sobre todo en relación al sexo.
No podemos dejar de hablar en relación a la obra de Salinger, de su influencia sociológica. Se han escrito miles y miles de páginas sobre como a referenciado a grandes y famosos asesinos de la historia. Mark David Chapman, el día que mató a Lennon portaba un ejemplar de la novela en la que escribió “esta es mi declaración”. Tras matar al Beatle, se quedó leyendo “El guardián entre el centeno” hasta que llegó la policía. John Hinckley Jr. que intentó asesinar a Ronald Reagan en 1981 declaró que estaba obsesionado con el libro. Robert John Bardo, el día que asesinó a la actriz Rebecca Shaeffer, llevaba consigo otro ejemplar de la obra de Salinger.
En este mismo sentido, la teoría de la conspiración relaciona esta obra con el proyecto “MK Ultra” que pretendía crear el asesino perfecto mediante la manipulación mental, usando señales eléctricas y drogas. Era el modo de convertir a ciudadanos normales en auténticas asesinos potenciales.
De lo que no hay duda es de que las personas que no sueñan con ser el guardián entre el centeno, tienen un grave problema . Pero por encima de todo, está lo sagrado. Unos lo llaman Dios, otros amor y otros “el espíritu del vino”. Salinger nos recuerda que debemos dejar de quemar con malas artes, nuestro propio espíritu.
Controvertida, a veces absurda, pero con un trazo exquisito y profundo en su moraleja. Llega muy lejos y se concibe con un clásico universal por derecho propio.
(…) me imagino a muchos niños pequeños jugando en un gran campo de centeno y todo. Miles de niños y nadie allí para cuidarlos, nadie grande, eso es, excepto yo. Y yo estoy al borde de un profundo precipicio. Mi misión es agarrar a todo niño que vaya a caer en el precipicio. Quiero decir, si algún niño echa a correr y no mira por dónde va, tengo que hacerme presente y agarrarlo. Eso es lo que haría todo el día. Sería el encargado de agarrar a los niños en el centeno. Sé que es una locura; pero es lo único que verdaderamente me gustaría ser. Reconozco que es una locura”.
El amor está ahí fuera. (O aquí dentro).
hace 5 años
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