«Mi padre murió dos veces. La primera, una mañana soleada en la que el Alzheimer nubló su mente y me olvidó. La segunda, tres días antes de Navidad, cuando, convertido en el Bolero de Ravel, dejó de respirar. »Aislado del mundo entre sentimientos de culpa y alivio, no podía dejar de llorar y soñar...