A pesar de lo que finalmente dijeron, soy una buena persona y nadie podrá convencerme de lo contrario. He dedicado toda mi vida a comprender y ayudar a los demás, a eliminar obstáculos de su camino, a llevar a la realidad sus deseos más profundos aunque fueran en contra de mis intereses. Sin embargo, nunca traté de ser el protagonista, nunca quise reclamar el mérito que posiblemente merecía por mis actos y, probablemente, por eso mismo, fueron incapaces de ver y valorar mi sacrificio. Ahora ya nada importa porque se trata de personas y circunstancias que pertenecen a un tiempo en el que todavía no había alcanzado la eternidad. No los culpo.Lo que todavía no consigo explicar es esta sensación que me sacude por las noches, que me impide dedicar las horas a observar la eternidad del mar y que se adhiere a mi existencia como si fuera parte de ella. Algo que trae oleadas a mi memoria sobre el suicidio de mi hermano, los hospitales, el egoísmo e inmadurez de Claudia, los juicios de mi abuelo, las respuestas de mis padres y la última conversación que mantuve con Nuria.