¿Cómo se hace un intelectual? ¿De dónde nace el apego a las ideas, a los libros, al compromiso social? Carlos Altamirano merodea esas preguntas intentando explicar el largo proceso que lo llevó, de las lecturas de infancia, primero a la medicina, después a la filosofía, a la literatura, a la política, a la sociología, finalmente a la historia de las ideas. En el trayecto están los años 60 y 70, la efervescencia estudiantil en la ciudad de Corrientes, en Rosario, en Buenos Aires, también el comunismo, la militancia de izquierda, la revolución cubana, después la dictadura militar, la revista Punto de Vista, el Centro Editor de América Latina, los camaradas de provincia y las instituciones doctas, junto a Boris Spivacow, Beatriz Sarlo, Oscar Terán. Pero todas esas travesías están llenas de atajos y desvíos, de senderos que se bifurcan: primero, el caminante es un niño, después un joven y por fin un hombre que se pregunta en cada tramo por dónde seguir, cuál es el camino que más conviene a un intelectual que no confía del todo en el “aura” sagrada de la erudición sino que persigue el compromiso de la acción política y las ideas. En el horizonte están Sartre, Marx, Gramsci, pero también Kant y Hegel, Faulkner y Hemingway, Williams y Bordieu, Geertz, Darnton y Guinzburg, Chartier y Koselleck. También, en la cercanía, están Piglia, Saer, Gola y muchos otros. Los autores son maestros y trazan un “largo camino hasta saber qué quería hacer”, explica el autor. Estaciones narra la historia de una formación intelectual que se reconoce en la exploración constante de sí mismo, buscando unir las ideas con la emoción, las acciones con los libros. Graciela Batticuore