Yo diría que mi descenso a los infiernos arrancó con aquel episodio del perro. Sí, tuvo que ser entonces, porque hasta ese día las cosas me habían ido como la seda y fue a raíz de aquello cuando todo empezó a torcerse. Hasta que ese chucho sarnoso se coló en mi existencia gozaba de una reputación, u...