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Hace unos ciento cincuenta millones de discos, los chicos de AC/DC iniciaban su estruendosa andadura en la remota Australia con un proyecto del que nunca se apartarían: devolver la médula rítmica al rock and roll despojándolo de cualquier floritura melódica que debilitara su energía más primaria. Se acabaron las pijadas y se acabaron las amables tonadas para deleite de los pijos: había que regresar a las esencias (¿proletarias?) de los padres fundadores, y había que hacerlo a todo volumen, tanto como pudiese soportar el oído humano. Y si fueron, como hemos dicho, parcos en adornos musicales, aquellos barriobajeros intempestivos nunca escatimaron los condimentos escénicos, porque los culos al aire, los ademanes satánicos, los perversos uniformes escolares o los disfraces de gorila se convirtieron en rasgos tan propios de la casa como sus apabullantes descargas eléctricas. Hoy, pasados treinta y pico años, puede afirmarse que AC/DC ha sido la banda más sonora para millones de borracheras, amoríos, fornicios, bodas, funerales, peleas y tatuajes en todos los rincones del planeta situados entre Sídney, Nueva York y Leganés. Hoy, los AC/DC son ya una institución. Traten de imaginarse el mundo sin ellos. Murray Engleheart y su colaborador Arnaud Durieux nos cuentan en este libro toda la historia de la banda más famosa y estentórea jamás exportada por Australia. El primero, uno de los críticos musicales de mayor prestigio en nuestras antípodas, ha escrito incontables artículos para revistas de medio mundo y ha entrevistados a los componentes de AC/DC en numerosas ocasiones. El segundo es un ex-periodista que ha seguido y perseguido a esos mismos individuos durante los últimos veinticinco años.